El frío de la tarde de Septiembre
- ANCACHU WILLAY
- 28 may 2021
- 3 Min. de lectura
Por: Jorge Miño

La fría y tenebrosa oscuridad cubre la habitación donde se encuentra Ferguson, se encuentra con un sentimiento que hace que cada uno de sus huesos tiemblan, pasos se acercan, susurros se vuelven gritos, rechina la puerta y con una voz grave, alguien dice:
- “Miau...” dijo un pequeño ser.
- “Me asustaste Yuku” dijo Ferguson con un último aliento.
Cada cosa de ese hogar le daba miedo, cómo suenan las puertas, los vasos rotos, y las tablas del suelo dañadas, pero le había prometido a su amigo que lo apoyaría, no quería verse como un gallina, sus padres le permitieron quedarse en la antigua mansión, pero sabían que, dentro de sus pensamientos, Ferguson no quería estar presente. Desde pequeño les ha tenido miedo a los animales, sin embargo, dejó que Yuku se le acercara. Alguien debía cuidarle cuando sus padres no andaban cerca. Sin embargo, la fiesta en esa mansión termina cuando se apagan las luces. Inmediatamente, en su cabeza, Ferguson comienza a tratar de explicar el apagón.
- “Seguro se fue la luz. ¡Un fusible se quemó, o algo así!” Repetía en su mente Ferguson, tratando de quitar la memoria horrenda de lo tenebrosa que era esta mansión.
Pero en el último momento se escucha una voz… Una voz grave y entendible, pero ¡Tenebrosa! Esta voz le susurraba su más íntimo deseo, explicándole cómo conseguirlo, los pasos y, finalmente, esta voz desapareció y la habitación parecía estar calmada, la luz de la Luna lo guiaba.
Ferguson inmediatamente buscaba la voz, pero había parado, esa voz le resultaba muy extraña, pues era tan grave que no parecía real.
- "¡Chicos esto no es gracioso!" gritó Ferguson.
Pero desde su lugar no escuchaba nada, su amigo lo había abandonado y no sabía que hacer, ¿Otra vez le jugaban una broma? Comenzó a correr para poder buscar un lugar donde conociera el camino al hogar.
No sabía a dónde corría, mas su ansiedad de descubrir hacia dónde iba a llegar era cada vez más grande, el sudor cayendo de su frente, la luna brillaba cada vez más. Mostrando su lado oscuro y sus detalles cada vez más visibles.
La luna le guiaba a un lugar oscuro, una cabaña en mitad de la noche. No sabía si seguía soñando, pues el lugar parecía tan real que daba miedo, la cabaña pronto se convirtió en una casa, una mansión muy grande, cuyas ventanas, antes rotas, se reparaban y mostraban un brillo peculiar, todos sus deseos se cumplían poco a poco.
La casa se mostraba cada vez más grande tanto que Ferguson ya no podía alcanzar la puerta, sus pequeñas manos no la podían alcanzar, necesitaba buscar otra entrada. Divisando entre las paredes a un pequeño agujero, se acercó y comenzó a cavar un poco, acercándose cada vez más al improvisado túnel. Hasta encontrarse con un pequeño grupo de ratones, cada uno armados con picos y cascos, pronto observaron a Ferguson, al acercarse lo atraparon y lo llevaron a una celda.
No sabía qué le iban a hacer, su vida podía ser más corta a cada momento, no sabía cómo escapar, ni cómo ingeniárselas para engañar a los pequeños guardias y alentarlos a que los deje ir, poco a poco recordó a Yuku. Su pequeña mascota se encontraba al otro lado del lugar, sólo y sin saber qué hacer, Ferguson trató de hacer una llamada aguda y ruidosa:
¡Yuku!¡Sálvame!
Su pequeña mascota le respondió con un saludo de pata, derrotó a los guardias y le dejó libre, este escape fue gracias a él. Lamentablemente, más guardias llegaron y se llevaron a Yuku, Ferguson no sabía qué hacer, pues esta era su mascota de tantos años y no sabía qué hacer sin Yuku. Pero este le decía que continúe sin él, y que nunca pudo decirle lo que en realidad pensaba acerca de él.
- Vamos a cocinarte y a comerte, para poder nutrir a nuestra pequeña aldea por algunos años.
- ¡Años! No les alcanzaré por tanto tiempo. Mi carne es tan pequeña que les serviría por hoy.
- Entonces no eres útil, ¡Deséchenlo!
Ferguson imploró por su vida, pero no tenía ningún resultado, le lanzaron desde una montaña y cayó… Lentamente vio su destino y se asustó, sus ojos vieron el abismo y se cerraron. Cada parte que antes se veía negra, fue cambiada por la acogedora luz de la lámpara de su habitación. Afortunadamente, todo fue un sueño, Ferguson suspiró con alivio y miró a su mascota. Después de estar sanos y salvos, Ferguson prometió nunca más dejarse llevar por su cabeza y mirar con su corazón.
Lamentablemente, nada de lo anterior a la mansión había sido real, sus amigos no lo llamarían gallina, ni se sentiría mal por ser cobarde ni nada. Se dio cuenta de que la mayoría de su ansiedad venía de su cabeza.
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